EL RINCÓN DE MIKE Y ALBERTO

No es difícil que dos amigos tengan aficiones comunes, en parte de ahí puede venir la amistad. Pero sí es más complicado que la afición común les envenene a los dos de la misma forma y con la misma intensidad. Eso es lo que nos pasó a nosotros con la bicicleta. Empezamos juntos, fuimos aprendiendo, mejoramos, nos planteamos nuevos retos, y llegó un momento que uno decía :“pues podíamos este domingo ir a…” y el otro decía “pues no faltaba más”, y nos íbamos a hacer la vuelta de las Abaurreas. Y volvíamos de dar una vuelta con el club y uno decía: “pues podíamos alargar un poco” y el otro decía “pues no faltaba más”, y caían otro par de horas y llegábamos de noche a casa.
Salimos con la Btt, últimamente salimos mucho con la de carretera, y espérate que no terminemos saliendo en tándem, o haciendo duatlones, o vete tú a saber. Éste año estamos preparando varias cosas, algunas juntos, otras no, y en este rinconcito queremos contaros los momentos buenos, los menos buenos, las chorradicas, la épica de la bici, las globeradas y lo que se nos pase por la cabeza y se pueda contar. Va por ustedes!!

viernes, 8 de junio de 2012

UN POCO DE TODO...



Latorre hacia la torre, con perdón

…y un mucho de nada. Siguen los entrenamientos alternos, un día corro y nado, al día siguiente voy en bici y nado, entrenos cortos, porque tampoco el tiempo da para más. Alrededor de dos horas cada día, algo más el fin de semana, un día de descanso y algún día de escaqueo cuando el cuerpo no puede más de madrugones, de esfuerzos musculares, de salidas en solitario con la bici al amanecer o de correr por la carretera del canal también a horas intempestivas. Afortunadamente la piscina cierra hoy mismo, la interior, así que doy por concluída la temporada de aguas cloradas y estreno la de aguas saladas.


Pero la sensación general que tengo es que no sé si tanto esfuerzo tendrá sus frutos. De hecho, cada vez pienso más en que no hay ningún fruto que recoger, que lo importante es el entreno en sí, disfrutándolo, viendo las mejoras si las hay o sufriendo los pasos atrás. Que no sé si tengo que darle importancia a plasmar esos entrenos en pruebas donde como mucho aspiro a finalizar más o menos dignamente. Cuando pienso así es cuando más disfruto de mis salidas, cuando menos responsabilidades un poco ridículas me pongo en la cabeza. Que no sirven de nada salvo de fuente de motivación. Si esa motivación viene de la actividad en sí, entonces no son necesarias y carecen de importancia.
A las seis de la mañana es de día, sí.

Despertarme de noche para salir a entrenar cuando amanece no suele costarme demasiado, es un momento muy solitario, muy para adentro, mi momento favorito del día. Es más fácil ver algún animal (el otro día una cierva había bajado de Peña a comer trigo al lado del canal), hace cero calor, ves la cara del vecino volviendo de trabajar de noche que alucina al ver que te vas con la bici,… Son las horas que más aprovecho, de seis a ocho de la mañana.

Así que también se agradece cambiar y entrenar a una hora decente. Lo de la temporada de aguas saladas empezó hace unos días, cuando al tener la mañana libre decido ir a Donosti a hacer pis en la Kontxa, nadar desde Ondarreta hasta casi el Náutico de gabarrón en gabarrón (hay cuatro) y volver. Unos dos mil quinientos metros, tres cuartos de hora tranquilo. El agua, muy fría todavía, unos quince grados. Un montón de gente nadando con traje de neopreno bien de mañana. Por no hablar de la cantidad ingente de corredores por el paseo, a los que me uno tras ensayar una transición de mar a tierra que, entre que me quito el traje, me caigo en la arena, me ducho, me pongo las zapas, la gorra, las gafas y la música, no dura ni veinte minutos, récord mundial de qué burro soy. Vueltas desde Ondarreta hasta el final de la Zurriola rodeado de gente corriendo, un escenario así es que te invita a hacer deporte, el que sea, sí o sí.

Pero lo que más he agradecido estos días ha sido la salida en bici con el gran Mike. Horarios cruzados, objetivos distintos, fines de semana ocupados, y llevábamos más de dos meses sin compartir carretera. El año pasado pasamos muchas horas juntos encima de la bici, a estas alturas el blog echaba humo con crónicas de pruebas o de salidas de fondo de más de cinco horas. Pero las cosas son como son, y el año que viene es fácil que nos pongamos con todas las rutas que tenemos pendientes, Sierra Nevada incluída. De momento quedábamos el jueves por la tarde, yo con las patas duras de dos días seguidos corriendo y acumulando subida, él todavía magullado y con golpes del circuito no apto para mortales miopes de Sangüesa del Open del domingo. Ahí le veis, sin darse importancia, fino que parece que no come desde enero (sí que come, doy fe, tras la prueba de btt nos fuimos a comer a Lumbier, a las bodegas, y no dejó chuleta viva. Así como otros no dejaron patxarán en toda la bodega, sin señalar, en este caso, a Oskar, que por otro lado se lo merecía tras el curro y la tensión organizativas), y habría que tratarle casi de usted, en top ten clasificatorio del Open Caja Rural M30 a falta de dos pruebas para terminar.
Felices, y sin cocacola

Viento sur cuando vamos hacia el sur, cambia a norte cuando volvemos hacia el norte, vamos charlando toda la salida y poniéndonos al día, sin forzar pero aún así me noto forzado y con un dolor de piernas que no se corresponde con lo que estoy haciendo. Subimos Cuatro Caminos y bajamos hacia el pantano por Ruesta, rebotando en una carretera que cada vez está peor pero disfrutando del paisaje espectacular. Le ponemos el postre de la subida a Leyre, donde por fin nos callamos, y donde por fin decido gastar los cinco euros que llevo en el portaherramientas desde que entramos en la moneda común en un par de cocacolas heladas. Nuestro gozo en un pozo, el bar cerrado y con cuidado volver a plegar el billete para que no se desintegre el papel moneda y a guardar otros cinco años. Nos conformamos con pedirles a unos holandeses que nos saquen una foto y desearles suerte en la Eurocopa (por los cojones). Bajada a ochenta, tiramos hacia el Chocolatero, Liédena y cada uno a su casa con algo menos de cien kilómetros en las piernas y diez millones de mosquitos pegados a los brazos y la cara.

Qué fácil es irte contento a la cama.

Alberto 4C

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