EL RINCÓN DE MIKE Y ALBERTO

No es difícil que dos amigos tengan aficiones comunes, en parte de ahí puede venir la amistad. Pero sí es más complicado que la afición común les envenene a los dos de la misma forma y con la misma intensidad. Eso es lo que nos pasó a nosotros con la bicicleta. Empezamos juntos, fuimos aprendiendo, mejoramos, nos planteamos nuevos retos, y llegó un momento que uno decía :“pues podíamos este domingo ir a…” y el otro decía “pues no faltaba más”, y nos íbamos a hacer la vuelta de las Abaurreas. Y volvíamos de dar una vuelta con el club y uno decía: “pues podíamos alargar un poco” y el otro decía “pues no faltaba más”, y caían otro par de horas y llegábamos de noche a casa.
Salimos con la Btt, últimamente salimos mucho con la de carretera, y espérate que no terminemos saliendo en tándem, o haciendo duatlones, o vete tú a saber. Éste año estamos preparando varias cosas, algunas juntos, otras no, y en este rinconcito queremos contaros los momentos buenos, los menos buenos, las chorradicas, la épica de la bici, las globeradas y lo que se nos pase por la cabeza y se pueda contar. Va por ustedes!!

miércoles, 29 de febrero de 2012

MEDIA TUDELA 2012

El grupo de la muerte. No había órdenes de equipo.
  El fin de semana de carnavales se me había juntado con cuatro días para celebraciones familiares y viaje a tierras alicantinas, pero sin bici, que ocupa mucho espacio en el maletero y me hace estar mucho tiempo desaparecido. Me llevé el neopreno y las zapas de correr, e intención de madrugar para trotar y poder chapotear en la bahía de Benidorm. Al final sólo correr, porque el viento hacía demasiadas olitas para mi gusto. Tampoco me importó, a fin de cuentas lo que quería era preparar la media maratón de Tudela del día 26.



Los galgos sueltos
Como tener dos días libres así porque sí entre semana me cuesta luego trabajar unas horas más cada día cuando vuelvo, las sensaciones previas al domingo no eran muy buenas. Cogí la bici brevemente el miércoles para soltar piernas, el jueves y el sábado troté una hora, la piscina casi ni la ví (me tengo que poner al día, es difícil compaginar porque su horario y el mío de trabajo coinciden, no admiten madrugones, así que sólo le puedo dar algo de caña el fin de semana), y el resto del tiempo patas para arriba y descansar. Era la primera prueba de este tipo a la que me presentaba. Salvo los 10 kilómetros Chevrolet que corrí en verano en Buenos Aires, nunca me había puesto un dorsal pedestre, y desde que decidí empezar a correr tampoco recuerdo haber entrenado por encima de los veinte kilómetros más de un par de veces, allá por noviembre. O sea, me presentaba de pringao total y con ánimo de hacer un entreno decente con gente.

La idea es pasar el domingo con mis chicas después de correr. El gran Carlos también va, cómo no, y quedamos en el parking del pabellón para estirar y calentar juntos mientras me cuenta un poco de qué va esto. Además, teniendo en cuenta lo grande que era el parking y los seiscientos inscritos, lo lógico era que en la plaza de al lado estuviese mi amigo Javier, con su hermana, su mujer y sus hijas, con lo que ya teníamos fanfarria de apoyo para cada paso por el pueblo. Iñaki y Miguel, sus sobrinos, también corrían, y sabiendo que con Carlos no iba a poder ir porque su ritmo es demasiado para mí, decidí salir con ellos y ver cómo iba la cosa.
Y los podencos

Si la prueba hubiera sido ciclista, creo que más de la mitad nos hubiéramos quedado en el bar, porque el cierzo a las once de la mañana era brutal. Aunque no hace frío, voy un poco demasiado abrigado. Mi idea inicial es ir a un ritmo cómodo, sin forzar la musculatura, y sobre los 5:15 minutos el kilómetro. Pegan el tiro y la idea se va a tomar por culo, todo el mundo corre que se las pela en cuanto pasa la alfombra. A Carlos ni le veo, y Javier y sus sobrinos van veinte metros por delante. Acelero y me pongo con ellos, miro el reloj y ya está, a 4:30, pero creo que es como corre la gente del pelotón en estas cosas, qué iluso soy. Durante dos kilómetros voy acostumbrándome al ritmo, y mientras volvemos hacia el centro de Tudela, con el viento de culo, me animo y decido acelerar un poco. El circuito es un ir y volver, así que el cierzo nos va a dar en la cara y la espalda por igual, quiero aprovechar para acelerar cuando sea favorable. Voy saltando grupos, me encuentro bien, he roto a sudar y ando a 4:05, lo que quiere decir que no voy en mi sitio.

A partir del kilómetro siete me empieza a doler la pierna derecha. A partir del diez empiezo a pensar en la retirada. A partir del doce decido que cuando volvamos a pasar por el coche, me quedo. A partir del quince pienso que qué pena, tan cerca y lo voy a tener que dejar. A partir del diecinueve decido que ya está, que total, más dará, nadie me va a decir nada si me paro y no termino. A partir del veinte vuelvo a acelerar, bajo a 4:20 y entro en meta desencajado. El nudo que le he hecho al cordón de la zapatilla en torno al chip me parece marinero, casi prefiero cortar para devolverlo, me cuesta cinco minutos soltarlo, pero es más porque me tiemblan los deditos. Llevo hora y cuarenta justos corriendo y con una media de 169 pulsaciones por minuto. Cuando puedo empezar a pensar, al cabo de un rato, me digo, pero qué verde estás, mocé, pero qué verde estás…

Estoy contento, en realidad he bajado cinco minutos el mejor tiempo que me había planteado, y he corrido a 4:39, que podía haber sido menos si no hubiera pegado tanto viento. He terminado en torno a la mitad del grupo, y cuando dejo de correr no tengo apenas dolor en los músculos tocados. Pero me falta mucha preparación si quiero terminar lo que me he propuesto este año. Nunca, en ninguna prueba de bici, ni de btt ni de carretera, se me había ocurrido abandonar. Ni en el Soplao del primer año, con casi doce horas dando pedales, ni en la Euskadi Extreme llegando a Laguardia nadando en barro. Claro, tampoco pasas por la puerta de tu coche a mitad de prueba en ninguna de ellas, pero creo que la agonía de hoy va a ser de las de recordar cuando dentro de un tiempo pueda correr mejor.
Calçotada post carrera.
 Menos mal que la cebolla estaba muerta

El gran Mike dice que los inicios son duros, aunque casi no nos acordamos cuando empezamos a andar bien. Después del sufrimiento, tengo la moral intacta y más motivación que antes, lo que no sé si voy a tener es tiempo suficiente para preparar bien las cosas. Pero la filosofía corcho pan es la que es, que nadie te pueda decir que no te has esforzado al máximo. Madre mía, a veces pienso que el rollo espartano éste es una porquería, que debería volver a fumar, engordar diez o doce kilos y verlas venir desde el sofá. Pero es que cuando terminas una cosa de estas, te sientes tan a gusto…

Qué bueno es tener grandes modelos a seguir tan cerca. El gran Carlos, hora veintisiete. Javier y su gastroenteritis, finisher. Un placer, como siempre, compañeros.
No había corrido, pero se lo merecía.
La mitad me lo comí yo...

Alberto 4C

4 comentarios:

  1. Has escogido una actividad(triathlón) muy interesante pero complicada. Hay que entrenar tres deportes, bici, correr y nadar. Además trabajar, la familia, descansar todo lo posible y asimilar todo el entreno.Complicado. No obstante tu voluntad te llevará donde tú quieras y seguro que acabarás tus retos dignamente. ANIMO QUE YA FALTA MENOS PARA GETXO.

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  2. Grande Jefe, grande!!!!!!

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  3. Iñaki (sobrino Javier y Miguel)5 de marzo de 2012, 14:08

    Muy buen documento y excelentes fotos (lo de los galgos y podencos es buenísimo)Además se expresa claramente el sentimiento de todos los que participamos... ¡MENUDO VIENTO! Espero que nos veamos en alguna otra carrera.

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  4. Enhorabuena!!!! Antes reventar que abandonar, eh?? Jejeje. Saludos, Txontxo.

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