EL RINCÓN DE MIKE Y ALBERTO

No es difícil que dos amigos tengan aficiones comunes, en parte de ahí puede venir la amistad. Pero sí es más complicado que la afición común les envenene a los dos de la misma forma y con la misma intensidad. Eso es lo que nos pasó a nosotros con la bicicleta. Empezamos juntos, fuimos aprendiendo, mejoramos, nos planteamos nuevos retos, y llegó un momento que uno decía :“pues podíamos este domingo ir a…” y el otro decía “pues no faltaba más”, y nos íbamos a hacer la vuelta de las Abaurreas. Y volvíamos de dar una vuelta con el club y uno decía: “pues podíamos alargar un poco” y el otro decía “pues no faltaba más”, y caían otro par de horas y llegábamos de noche a casa.
Salimos con la Btt, últimamente salimos mucho con la de carretera, y espérate que no terminemos saliendo en tándem, o haciendo duatlones, o vete tú a saber. Éste año estamos preparando varias cosas, algunas juntos, otras no, y en este rinconcito queremos contaros los momentos buenos, los menos buenos, las chorradicas, la épica de la bici, las globeradas y lo que se nos pase por la cabeza y se pueda contar. Va por ustedes!!

lunes, 6 de junio de 2011

VI Marcha Iñigo Cuesta, Villarcayo 2011

Aunque este fin de semana se celebraban varias marchas, alguna de las cuales sin tanto desplazamiento como ésta, la de Villarcayo la tenía marcada desde principios de año por razones sentimentales. Y es que durante muchos años mis padres tuvieron un apartamento en el pueblo y pasamos allí muchos veranos y muchos fines de semana. Así que allí aprendí a montar en bici, a nadar, algunas cosas malas que no voy a contar y otras muchas buenas que tampoco. Además mi abuelo materno nació y vivió muchos años en el valle de Pas y en las faldas de Lunada, por donde pasa la marcha, así que me lo tomo también como pequeño homenaje al abuelo Tista.
El viaje es cañero, tres horas o así, no llegamos a recoger el dorsal porque la hora tope eran las diez y hemos salido casi a las siete y media. Una vez instalados en el camping, y con más sueño que hambre, nos hemos ido a cenar. Voy aprendiendo algo de un año para otro, antes me hubiera cascado un plato de morcilla frita que me hubiera dejado vuelta al aire toda la noche, ahora pasta, pasta y más pasta… y unos pocos chipirones en su tinta que le he mangado a mi hija, qué pasa, proteína pura.
Menos mal que no recogí el dorsal el viernes, porque según vuelvo a la furgo a dejar los regalitos (maillot muy guapo, por cierto, cómo puede ser que en algunas marchas de regalo te den un triste bidón y en otras, pagando lo mismo, haya maillots o al menos camisetas técnicas chulas) me doy cuenta de que voy pinchado atrás. Nervios, saco la segunda cámara que traigo siempre a las marchas y llego a la salida con diez minutillos.
Un poco de retraso, aparece Iñigo Cuesta y nos vamos. Cuando él era cadete, o juvenil, y yo un comephoskitos con bici de comunión y ni puta idea de andar (menos que ahora, quiero decir), coincidimos un par de veces en alguna salida. Sigue viviendo en el pueblo, pero lleva dieciocho años de profesional en las espaldas. La gente le quiere igual, tío majo y muy amable. Se pone delante del grupo, junto al coche que irá reteniendo la marcha durante unos cuantos kilómetros. Somos unos quinientos, y aunque me he puesto delante en la salida enseguida estoy a medio pelotón, con lo que eso conlleva, frenazos, acelerones y alguna caída antes del primer puerto, el alto de Argomedo, donde ya nos vamos colocando en fila. Subo muy bien, a umbral, adelantando posiciones y fichando ruedas a las que seguir en el resto de la marcha o en partes de ella. Cuando vas sólo a estas cosas hay que fijarse en gente que ande como tú, y tenerles como referencia de ritmo, más o menos siempre te mueves entre la misma gente.
La bajada, como va a ser la tónica del día, vertiginosa. Buenas carreteras, mucho carbono y poco miedo, me adelanta hasta el abuelo que va a por el pan. Me frustra un poco, pero yo no me puedo permitir una caída, así que prefiero calentarme en el llano y recuperar grupo antes del siguiente puerto, la Matanela, chulo, corto y con muchos kilómetros de cumbreo por pastizales entre Burgos y Cantabria. Aunque el cielo está muy nublado no llueve nada, y entre el ritmo y la humedad empiezo a tener una sudada importante. No vamos muy lejos de la cabeza, la prueba es que tras una bajada rapidísima de muchos kilómetros y curvas enlazadas de las que disfruta el gran Mike y que a mí me dejan sin zapatas, en la entrada a Vega de Pas la volvemos a enlazar (sobre todo porque ha frenado Iñigo y el coche, más que nada para que el paquete no se desperdigue por demás), para perderla casi de inmediato otra vez en el puerto de la Braguía. Joder, no me ha dado tiempo ni a comer, ni a beber en condiciones, y me doy cuenta de que lo puedo pagar después. Aún así subo bien, o eso creo, encabezando un grupo mediano y al tran tran. Subida con muchas paellas, cogiendo altura sobre un valle espectacular. Y de nuevo al bajar me pasa absolutamente todo el grupo, vamos, que me quedo sólo, hasta que empezamos a subir el Caracol, y ahí durante los primeros kilómetros, que son muy duros, tengo la referencia del grupo a cien metros por delante. Consigo enganchar en un falso llano y veo que todo el mundo va justito y guardando para Lunada, así que me pongo a rueda un rato y como y bebo, aunque no lo suficiente ni lo que debería. Me he traído un par de geles pero no he traído barritas, sólo pan con jamón y queso y un poco de bizcocho de chocolate, o sea, lo que llevo para entrenar, pero que aquí se queda corto. Guardo los geles para el inicio de Lunada, y como veo que el grupete se para pues me enseño un poco y subo un poco el ritmo en los últimos kilómetros, que son duros de nuevo como los del inicio. Esta vez en la bajada no me suelto tanto, y enseguida empezamos Lunada. Cuando tenía quince o dieciséis años lo subí con un vecino por la cara que hoy bajamos, menos dura y más corta, pero me pareció el Tourmalet por lo menos. Así que voy un poco a ver qué me encuentro, y aunque las cosas que de pequeño te parecían enormes luego no lo son tanto, en este caso el puertarraco es como pensaba que iba a ser. Quince kilómetros de asfalto regulero, con pendientes no muy pronunciadas pero constantes y carretera ascendente por una ladera que te permite ver todo lo que queda casi desde que empiezas. Si vas mal, vaya tortura.
Empiezo muy flojo, me he quedado sólo otra vez. Adelanto a alguno que ya va pajarón, pero no encuentro el ritmo bueno, hasta que me adelanta un Galicia, al que decido pegarme mientras pueda. Me espabila, aunque va a saltos y es rueda incómoda de seguir, aunque vamos enlazando con grupitos que suben con poco ritmo y a los que dejamos fácil. Le doy algún relevo, pero aunque me noto bien no voy cómodo, así que dejo que se vaya un poco y ya con pulso entre 165-170 mantengo velocidad más constante. Engancho con un maillot del Soplao a falta de cinco kilómetros y hago un par de ellos charlando del Moral y esas cosas que nos unen a los soplaos de por vida, hasta que a falta de tres me dice que me vaya, que el baja bien y ya me pillará hasta Villarcayo. Llego arriba feliz, y me tiro para Espinosa por carretera excelente y sin nadie a la vista. Ahora no me adelanta nadie.
Quedan treinta kilómetros con un poco de aire en contra pero picando hacia abajo, con algún repechín. Engancho con un chaval vestido de Orbea, que se pega a mi rueda. Me da algún relevo bestial, vamos, que en una subida de doscientos metros se me sube el cuádriceps izquierdo hasta el garganchón, pero no me suelto, me tomo un gel, subo un par de dientes y sigo, controlo el calambre, ya no me darán más en lo que queda. Vamos a saco y enganchamos ciclistas desperdigados, entre ellos al Galicia que se me había ido un poco en la subida y que va pajaroto, aunque se coge a rueda. También a un Cambre con el que he ido coincidiendo todo el día, y que en los últimos kilómetros desde Espinosa hasta Villarcayo es el único que me da algún relevo. El Orbea ha petado, así que nos vamos turnando el Cambre y yo, sin bajar de cuarenta, hay que mejorar un poco la media ahora que se puede correr. Me noto bestial, tengo una pitera como en todo el día, es mi terreno y lo doy todo. Llegamos a Villarcayo y de nuevo nos hemos juntado un grupo de caballeros. Dejo pasar al Cambre antes de meta, y el resto ni se mueve en la última recta.
Tras la línea todos vienen a darme la mano, mientras yo intento bajar de la bici a la vez que me saco una foto con mi hija y su patinete. Objetivo cumplido: menos de cinco horas y vacío del todo. 150 kms., 4h. 49’, 154/177, 31 km/h, cad 86, +2560 m. Foto con Iñigo y a comer con la familia. Al día siguiente rodé un par de horas con el maillot de la marcha para soltar, bajar la macropizza de la noche y sacar alguna fotillo de la zona, preciosa. Lástima que la semana que viene sea la Irati Extreme, porque hay una marcha en Oña, cerca de Villarcayo, cuyo recorrido promete. La dejo apuntada para el año que viene, lo mismo que la Iñigo Cuesta.
Abrazos y felicidades a los globeros repartidos en Jacetania (Rikar, Carlos, Alfonso, Mendi y Chipi) y al gran Mike en la Donosti Bayona Donosti.
Alberto

1 comentario:

  1. Cari, estas hecho un toro. Echale un ojo al ciclismo a fondo y aunque me imagino que ya habras oido hablar de ella, leete el articulo de la mallorca 312 que seguro que te empieza a picar el gusanillo.......EDU

    ResponderEliminar