EL RINCÓN DE MIKE Y ALBERTO

No es difícil que dos amigos tengan aficiones comunes, en parte de ahí puede venir la amistad. Pero sí es más complicado que la afición común les envenene a los dos de la misma forma y con la misma intensidad. Eso es lo que nos pasó a nosotros con la bicicleta. Empezamos juntos, fuimos aprendiendo, mejoramos, nos planteamos nuevos retos, y llegó un momento que uno decía :“pues podíamos este domingo ir a…” y el otro decía “pues no faltaba más”, y nos íbamos a hacer la vuelta de las Abaurreas. Y volvíamos de dar una vuelta con el club y uno decía: “pues podíamos alargar un poco” y el otro decía “pues no faltaba más”, y caían otro par de horas y llegábamos de noche a casa.
Salimos con la Btt, últimamente salimos mucho con la de carretera, y espérate que no terminemos saliendo en tándem, o haciendo duatlones, o vete tú a saber. Éste año estamos preparando varias cosas, algunas juntos, otras no, y en este rinconcito queremos contaros los momentos buenos, los menos buenos, las chorradicas, la épica de la bici, las globeradas y lo que se nos pase por la cabeza y se pueda contar. Va por ustedes!!

martes, 16 de agosto de 2011

La Perico Delgado, Segovia...

El año pasado por estas fechas, y tras estrenarme con la Indurain corta en las marchas de carretera, marché con mi massi de aluminio de veinte años, mi familia y mis pelos en las piernas a Segovia para participar en la Perico Delgado 2010. Sufrí como un perro durante seis horas y media por los puertos de la sierra de Madrid y me terminé de envenenar con la bici de carretera. Este año tenía que repetir como fuera…

 Y así ha sido, y como el mal entre muchos se reparte, allá que nos fuimos el dúo corcho pan con esposas, hija y caravana para mezclar ocio, deporte, placer y más ocio en tierras castellanas. Allí nos encontraríamos con el tercer recientemente envenenado Edu, que también llegaba con hijas y señora.
Viaje largo y llegada pasada por agua, así que la idea de rodar el sábado para soltar piernas la cambiamos por un poco de turismeo por la ciudad con comida en el barrio de la Judería, donde el único que se mantiene firme en la preparación alimenticia previa a una marcha es el gran Mike, ensalada y bistec con yogurt de postre; yo hago lo que puedo, pero algún rebozado y helado de chocolate cae; Edu se hunde definitivamente y se pimpla un cochinillo, el primero del fin de semana.
Hace justo dos meses que participamos en la Qh Mike y yo, la  última prueba que hemos hecho juntos. Mantenemos las costumbres y nos levantamos muy pronto para desayunar el día de la marcha tres horas antes y estar tranquilos en la salida con tiempo y sin nervios de última hora. Y menos mal, porque en el último repaso a las bicis veo que mi rueda trasera ha perdido aire desde la tarde anterior por problema en la válvula. La cambiamos y aún así llegamos al acueducto con cincuenta minutos para la salida y pelados de frío, aunque el cielo está claro y el día se espera caluroso. Edu aparece a los dos minutos, y estaremos entre los treinta primeros tras la línea. Y qué vamos a hacer mientras arrancamos, pues flipar con las máquinas que se ven en un evento como éste. Se ve que las bicis al sur de Tudela son bastante más baratas, porque si no no se entiende la cantidad de topes de gama con ruedas tope de gama que abundaban a nuestro alrededor. La crisis tampoco aparece por aquí.
Salida frenada detrás de Indurain, de Pedro Delgado, de Alejandro Valverde y algún otro figurón durante los primeros once kilómetros, hasta Torrecaballeros, los más peligrosos de toda la marcha. Los dos mil tíos que teníamos detrás se lanzan sobre nosotros y nos vemos metidos en un pelotón sin espacios, a veinte por hora y con continuos frena-arranca. Nos separamos a los diez metros de salir, es imposible ir pendiente de nadie. Casi lo prefiero. Mike está fuerte tras el stage por tierras andaluzas, y además sé que va a disfrutar en las bajadas. Edu tiene que ir a lo suyo, regular y reservar para el final. Y yo, tras las vacaciones y la caída no sé cómo voy a estar, así que no quiero lastrar a nadie.
En cuanto dan la salida lanzada ya sé cómo voy a estar, tirando fuego por la boca, cómo iba a ser. Estoy en la mitad de los dos mil, Mike va por delante y el pelotón grande va rápido y perdiendo unidades, porque el terreno es ascendente los primeros treinta hasta el primer puerto, Navafría. Lo de siempre, a cola de pelotón saltando de grupo en grupo para no quedar cortado y a 170 de pulso sin terminar casi de salir. Tampoco me veo mal, y lo compruebo en la primera ascensión, un puerto precioso sin desniveles muy bestias, sobre el 5-6%, cruzando un pinar de paella en paella. En una me parece ver a Mike como a un minuto por delante, pero hay muchos de rojo y blanco. El grupo se ha estirado y voy pasando gente de forma cómoda, aunque cuando miro el pulso por primera vez veo que de tranquilo nada, no bajo de las 173-175 ppm, pero como voy bien, pues que le den. La respiración relajada, mucha cadencia y piernas sudadas, a gusto.
En la bajada pierdo bastante de lo ganado. Voy muy despacio o la gente va muy rápido, ambas cosas son posibles. La carretera es muy buena, con muchas curvas y algo de pinaza en el suelo, pero invita a correr. A los demás, a mí no. Así que luego tengo que apretar el culillo para enganchar grupo camino a Canencia, el segundo puerto al que se llega tras unos diez o doce de llano. El ritmo es de pachanga, pero como queda mucho al principio me dedico a comer, beber y mirar el paisaje. Luego me pongo delante con un cervelo que lleva acople de triatlón y que me da unos relevos que me dejan temblando, así hasta las primeras rampas del puerto, que son muy suaves durante unos kilómetros. No, Canencia no es nada, ni te vas a enterar, le decía yo a Mike el día anterior. No tengo ni puta idea, tras una curva señal de 10% y a sufrir hasta la cima. Pero sigo bien, dejo al grupo y voy cogiendo unidades del anterior, aunque ya ni me molesto en buscar el Latorre por delante. Arriba paro y engancho un botellín de agua, no hace tanto calor como el año pasado pero sé que como no beba bien al final lo pagaré.
Casi no hay transición entre Canencia y Morcuera, el tercero de la jornada y el más duro. Bajas por carretera buena, atraviesas Miraflores de la Sierra y ya estás subiendo de nuevo. Pero lo vamos a hacer con el corazón en un puño, justo antes del pueblo y en curva a izquierdas hay un chaval en la cuneta derecha. Cuando Mike ha pasado está seco, no se mueve. Cuando paso yo ya se queja, pero tiene la clavícula reventada y probablemente algo también en la cabeza. Decido seguir corriendo sólo en la subida y en el llano.
Empieza a apretar el sol y en Morcuera no hay árboles como en los anteriores. Son nueve desde el pueblo, pero los últimos tres son matadores. No subo siguiendo la rueda de nadie, me adelanta un Getafe al que veo marchar, pero creo que es el único que me pasa. Me marco objetivos, ahora voy a por aquel euskaltel, ahora a por el de azul, ahora me quedo un rato aquí y dejo de hacer el chorra. Ya veo el aparcamiento de la cima, y el paisaje es brutal, vistas a mis espaldas de toda la sierra de Madrid, con el pantano de Lozoya en primer término seiscientos metros más abajo. Hay un control de paso en la cima, entro sólo y no oigo pitido. Me dicen que vuelva a pasar y tampoco, así que me bajo, le doy la bici a una señora que había por allí y paso andando por la alfombra. Ahora sí, bidón con sales y para abajo.
Casi toda la bajada son curvas de izquierdas, con tráfico abierto y sin mucha visibilidad. Despacio, pero tengo un par de tipos por delante como referencia marcando las trazadas y no bajo tan mal. De nuevo casi no hay transición hacia Cotos, pasas Riofrío y empiezas un falso llano hacia el puerto. Me encuentro como un toro, y ya no voy a guardar nada. Adelanto a un Vitrubio que se pone a rueda y tras él se va haciendo grupo, cuando me quiero dar cuenta tengo a treinta tíos en fila detrás, me da igual, hago los ocho kilómetros siguientes sin recibir ni un relevo. El grupo se rompe en las primeras rampas, y me quedo con un Trek que va como una moto, un Golpe de Pedal que sube parecido a mí y un poco más atrás el Vitrubio. Me encabezono con el Trek y le aguanto un rato, lo mismo el de Golpe, pero nos revienta y me suelto, el puerto tiene catorce, estamos en el seis y estoy a 180 ppm. Durante un par de kilómetros voy pagando el esfuerzo del último llano, y el pie izquierdo me empieza a doler que no veas. Cuando estoy a punto de entregar la cuchara, me pasa el Vitrubio y me dice, anda que vaya piernas tienes, cómo nos has traído hasta el puerto, eres un crack. A veces una tontería así hace que se te quiten los dolores, sacas fuerzas de donde no las había y sigues dando pedales. Me engancho a su rueda y todavía a falta de tres me pongo delante y se engancha él a mí. Arriba le doy una palmada en la espalda y le digo, tío, me has hecho la subida. Sigue, yo me paro a por más agua y una coca.
Hay diez kilómetros de falso llano entre Cotos y la cima de Navacerrada, importante ahí coger grupo, pero yo ya paso, si se quiere coger alguien a mí adelante, pero ya voy a fuego, es casi todo terreno favorable y lo que quiero es llegar. Por tiempo me da que voy bien, pero que tengo que apretar si quiero buen diploma porque voy a andar en el límite. Justo en Navacerrada pego un par de calambrazos en los cuádriceps, Mike me contó luego que llegó igual. Los dos hicimos lo mismo, gel para dentro y a seguir. Muy peligrosa la bajada, con mucho tráfico en ambos sentidos, hasta llegar a Boca del Asno, de allí quedan algo menos de veinte a Segovia. Nos juntamos quince o veinte, un Ciempozuelos me da un relevo y me dice, creo que me quedan dos más, me da otro y me dice, me he equivocado, estoy seco. El Golpe de Pedal de antes también está y entra, lo mismo que un Colmenar, que va fuerte. Y yo que voy como un miura, no quito el plato en el repecho después de la Granja, tras él queda una recta de cuatro kilómetros y luego Segovia. En la última rotonda sigo el primero y voy a cincuenta, no me salgo de milagro. Giro a la izquierda, derecha y recta de meta de cuatrocientos metros. En el grupo me gritan, dale Movistar, entra el primero, pero no se regala nada, salta uno al que no había visto en todo el llano y aunque no pensaba apretar digo, qué coño, bajo un diente y termino con todo. Me pasa en la meta el Colmenar y luego yo con la boca abierta y a 193!!! ppm., ni el día que hice el test de esfuerzo, tengo que seguir un rato para que me bajen. Voy dándome la mano con los compañeros del último grupo, especialmente con el Golpe de Pedal y el Vitrubio, hasta que veo a mi mujer y a mi hija. Mike ha llegado hace un rato y está vacío, igual que yo. De Edu no sabemos nada y me temo que estaremos un rato más así. Al final, 4h. 57’ para 147 kms., 29.3km/h., 160/193, cad 88, +2700m, diploma de oro y puesto 289. El gran Mike me ha sacado siete minutos, también oro y puesto 196, además de que ha adelantado a Pedro Delgado en Morcuera subiendo. Toma ya!
Comida a cargo de la organización, garbanzos en ensalada y AC/DC en los altavoces. Edu lo pasa mal en Morcuera y Cotos, y termina con el mismo tiempo que marqué el año pasado, seis horas y media y roto pero feliz, acaba de pasar la primera fase, la más dura, la de sufrir  pero terminar y querer más, está pensando ya en la del año que viene. Bienvenido al club.
Tarde de piscina y más cochinillo para cenar, eso sí, en el restaurante Jose María, en honor a Chema Arguedas, al que con gusto hoy no vamos a hacer ni puto caso. En tres semanas, Larrau.
Luego, cochineando las pedaladas...

3 comentarios:

  1. Muy bueno!! Joder Mike, qué se siente al adelantar a mi ídolo de la juventud?...ese momento lo deberías haber fotografiado jeje.
    Un abrazo para los dos.
    Kike.

    ResponderEliminar
  2. Le pasé 2 ó 3 veces, pero bajando me pillaba tú!!!Tampoco había que recrearse, que tenía cara de pocos amigos... jejeje.
    Mike.

    ResponderEliminar
  3. jejej me imagino que bajando tiene que ser una máquina (eso no se pierde). A ver si algún día puedo ir y, si le paso, lo inmortalizo...aunque se me enfade Don Perico jeje

    ResponderEliminar